Por Beatriz Pelayo

Un buen amigo me envió un mensaje informando que suspendió las notificaciones de su celular, ahora sólo contesta llamadas y ha fijado horarios específicos para revisar las redes sociales, así como correos electrónicos, durante los últimos días ha recibido felicitaciones y reclamos…

Aplaudo su decisión, ha pensado no sólo en su salud, en su tiempo personal y en su disfrute con los amigos, sino también en realizar su trabajo con la Celexcelencia que lo caracteriza. Es tan incómodo (e incorrecto) «conversar» con alguien cuya mirada posa todo el tiempo en una pantalla que no deja de emitir mensajes. Es tan incómodo (e incorrecto) ir al cine y ver 150 pantallas alumbrando nuestros ojos cuando uno dispuso de tiempo (y dinero) para ver sólo una pantalla (la «grande»).

Podría citar más ejemplos reprobables, repugnantes, vergonzosos e incómodos que provoca la falta de modales de la mayoría de los adictos a estos aparatos (que por cierto ya está clasificada en los trastornos mentales).

En la era de la hiperconectividad, va un beso a mi querido amigo que piensa en la otredad tanto como en sí mismo.

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